Los quesos son semiduros, blandos, duros, frescos, fermentados, de leche de vaca, de cabra o de oveja. No hay dudas, la variedad es grande y no por ello muy gratificante. Discutir sobre las propiedades nutritivas es avanzar en terrenos que están fuera de toda discusión.
Una mesa de quesos debe contar con una variedad no menor a tres o cuatro diferentes tipos de quesos y poco más de media docena; tal vez un número cercano a siete u ocho sea lo ideal.
La variedad debe comenzar por el tipo de dureza de cada uno de los representantes. Así, comenzar con un cremoso, seguir con un semi-duro y continuar con un queso cheddar o parmesano para los duros, es un buen comienzo.
No hay que dejar de lado aquellos que son característicos por lo picantes de la conformación. Aquí comenzamos a hablar del fontina picante, un buen roquefort y, por supuesto, un buen camembert.
Estos quesos hay que servirlos con un buen pan o, en su defecto, pequeñas galletitas que permitan acompañarlos; pero siempre, sobre platos o tablas de madera, tan amplios como para impedir que se toquen entre ellos e intercambien perfumes y texturas.
La elección de un buen vino para acompañar puede comenzar con un Cabernet o tal vez con un Sauvignon; y aquí puede dar inicio una interminable discusión. De todas maneras, una buena tabla de quesos puede convertir un aperitivo en un verdadero éxito o reemplazar, quizás, una cena.
La mesa, se puede completar con aceitunas, fruta seca y hasta pasas de uva.
Los escabeches son elaboraciones destinadas a ser conservadas por un tiempo más extenso de lo habitual, por lo que resultan ideales para la cocina de vacaciones.